El desarrollo económico sostenido del Perú tiene tres grandes enemigos: La incompetente burocracia pública, la falta de una infraestructura adecuada y la escasa mano de obra calificada. Si se llegaran a vencer a estos tres obstáculos que actúan en contra de nuestro crecimiento,la cosa sería distinta, más aún si consideramos que, no obstante la convivencia con ellos, hemos logrado niveles de crecimiento sorprendentes a nivel regional.
Y no lo decimos nosotros, lo dicen expertos extranjeros como la Oxford Business Group (OBG) que ha publicado recientemente su informe titulado The Report: Perú 2016 y en el cual resalta el hecho que el aumento de la producción de minerales, la expansión de la actividad turística y el sector agroindustrial, permitirán mejores expectativas de crecimiento macroeconómico para este año 2016. Textualmente el reporte elaborado por la OBG señala: “El país (Perú) ha mantenido unos sólidos fundamentos macroeconómicos aun cuando los precios internacionales de los minerales siguen lejos de los máximos alcanzados hace unos años.
El crecimiento de las exportaciones agrícolas y la expansión del turismo hacen que dichos sectores ganen importancia como motores de crecimiento y fuente de ingreso de divisas”. Sin duda, esto es realmente admirable en la medida que, tal como señalamos líneas arriba, convivimos con tres grandes problemas que frenan nuestro desarrollo en toda su magnitud.
En tal sentido, la Confederación Nacional de Comerciantes, CONACO, exhorta a los candidatos a la primera magistratura del país y al Congreso de la República, a redoblar esfuerzos en la tarea por reformar la administración pública a fin de acabar con los frenos que impone la burocracia. Asimismo, emprender la cruzada de la educación, de la capacitación de nuestros niños y jóvenes para que sean capaces de convertirse en agentes dinamizadores de la reconversión productiva.
Es necesario que al hablar de capital humano, nuestras autoridades no volteen la cabeza y tomen las cosas en serio. Sin educación adecuada cualquier país está condenado a vivir en la mediocridad. Finalmente, promover la inversión privada y nacional en el mejoramiento de nuestra infraestructura (US$8 mil millones se requieren para ello).
No es dable que tengamos el puerto más caro de Sudamérica y a la vez el menos competitivo en cuanto al uso de tecnología de punta. Igualmente, urge construir una red de carreteras modernas que unan al país en una interacción económica y comercial que lleve el progreso a cada rincón del territorio nacional. Que el próximo lustro se caracterice por dar ese gran salto cualitativo. De hacerlo, nadie nos detendrá en nuestro afán por dejar el triste grupo del Tercer Mundo.